Por Kerry Brown
Londres, 01/06/2018 (El Pueblo en Línea) - En diciembre de 1978, en la sala de reuniones de un hotel en el centro de Beijing, un grupo de dirigentes se reunieron en una sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh). Se vislumbraba la gran tarea que tenían ante sí: acordar la mejor vía para reactivar la economía y aplicar reformas que aumentaran la productividad en el campo y aceleraran el proceso de industrialización. Estos puntos eran vistos como el corazón del nuevo proyecto: la implementación de las cuatro modernizaciones.
El III Pleno del XI Comité Central del PCCh, como aquella reunión de 1978 fue denominada oficialmente, pasó a la historia como uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX no sólo para China, sino para todo el mundo. Asi empezó el proceso de reforma y apertura de China hasta el día de hoy, que aún continúa. Este proceso desencadenó las fuerzas productivas y propició el cambio posible, desde las potencialidades existentes.
Los historiadores nos han demostrado cuán complejo ha sido este proceso. Los grandes eruditos australiano Fred Teiwes y Warren Sun han analizado meticulosamente, en varias de sus obras, la gran paciencia del nuevo liderazgo en la construcción de un inédito consenso y en la formulación de políticas que finalmente reformara la mayoría de los aspectos de la economía china. Esto no fue un proceso rápido e instintivo. Fue construido desde la reflexión por figuras como Deng Xiaoping y los dirigentes cercanos a él. Y de ahí, por los distintos niveles de la sociedad. La pregunta clave que trataron de responderse tenía un carácter pragmático: ?Cúal es la mejor forma de lograr un mejor nivel de vida para el pueblo chino?
Dimensionar el acontecimiento de 1978, la ulterior trayectoria y lo que significa hoy en día, depende del ángulo donde nos ubiquemos. Como la mayoría de los acontecimientos históricos, encierra varios significados. Un pensamiento liberador significaba, primordialmente, abandonar o superar los dogmas de la anterior década y la rigidez del compromiso con una idea abstracta y una misma forma de asumirlo todo. En su lugar, la observación de la experiencia y la realidad empírica regresó - un retorno a una forma anterior de la pragmática del socialismo en China, donde "la práctica debería ser el único criterio de la verdad". Una frase de épocas anteriores también fue restaurada y se convirtió, de cierto modo, en el lema de todo el proceso de reforma: "buscar la verdad en los hechos". Por lo tanto, desde 1978 el dogmatismo y la adhesión a las ideas preconcebidas desaparecieron. China observó ideas desde su propio país y el resto del mundo, analizando cómo esas ideas del exterior podrían ser aprendidas y aplicadas a China. En algunos casos, incluso fueron mejoradas.
Para quienes trabajaban en el sector agrícola, significó la adopción de nuevos métodos y organización: sistema de responsabilidad familiar, que permitió que el excedente fuera vendido al Estado por un peque?o beneficio. Esto logró que China en un corto período de tiempo llegara a ser autosuficiente en la producción de alimentos. En consecuencia, la plaga de la escasez desapareció. Este progreso permitió que la ciudad y la aldea pudieran establecer nuevas entidades que emplearan a esa fuerza laboral liberada del trabajo rural gracias a la eficacia de las reformas aplicadas. Entonces, se inició un proceso de urbanización donde se crearon zonas económicas especiales dedicadas a la producción fabril orientada a la exportación de mercancías. Ciudades como Shenzhen y Zhuhai se transformaron de modestos pueblos a ciudades que hoy tienen más de 10 millones de habitantes.
La reforma y la liberalización del pensamiento de la década de 1980 condujo a que los estudiantes chinos salieran a estudiar al extranjero y se reconstruyera el sistema de universidades a nivel nacional, ampliando las matrículas y aumentando el nivel educacional del país. Muchas personas concretaron sus aspiraciones, establecieron sus propias empresas, aprendieron idiomas y comenzaron a hacer turismo, primero dentro de China y luego a nivel internacional. A estas alturas, la industria china comenzó a experimentar y crear su propia tecnología. Y los inversores extranjeros, excluidos antes de 1978, pudieron fundar empresas mixtas o de propiedad totalmente extranjera. A través de la década de 1990 y 2000, debido a sus resultados China se consolida como uno de los principales destinos para la inversión extranjera.
Uno de los aspectos más notables de las reformas es la manera en que se permitió buscar y aprender del mundo exterior, a través de delegaciones que visitaron prácticamente todos los países desarrollados para analizar esas realidades. Esas experiencias cristalizaron en un espíritu autocrítico y abierto que reconocía los métodos y actitudes necesarios para el cambio. La reforma ha continuado en este sentido, reconociendo la necesidad de una mejora continua y un permanente auto-análisis. Esta conclusión va en contra de la idea que tenían muchos países que antes del inicio de la reforma y apertura China era nación introvertida, y que deseaba seguir con las puertas cerradas. De hecho, no importa cuando complejos hayan sido los retos desde 1978, China siempre se ha mantenido lejos de esa reductora filosofía.
En 2018, debido a que el proceso de reforma ha madurado, nos enfrentamos a una época distinta. China está ahora en condiciones de utilizar su experiencia de desarrollo y crecimiento acumulados desde 1978 y compartir con los demás. A través de la iniciativa “Cinturón y Ruta” ha venido colaborando con diversos países en aras de crear una mejor infraestructura, una mejor conectividad y una mayor eficiencia en la vinculación de las economías nacionales.
En la nueva fase de la reforma, China es capaz de hablarle al mundo como maestro y no como estudiante.
Kerry Brown es profesor de estudios chinos y director del Instituto Chino Lau en el King's College de Londres, Inglaterra.
(Web editor: Rosa Liu, Rocío Huang)