"No tenemos dinero, mi esposo está enfermo de próstata y, ahora, solamente está (vivo) con diálisis. Tres veces por semana se hace diálisis", dijo a Xinhua poco después de recibir su ración de desayuno entregado gracias a la llamada "olla común", donde los damnificados contribuyen preparando sus alimentos.
Acompa?ado de sus hijos, quienes sobrepasan los 30 a?os de edad pero conservan su mentalidad infantil, Gregoria resumió el drama que le tocó vivir en dos frases: "estoy en una situación totalmente mal. Estoy jodida".
Entre las necesidades primarias de las cerca de 400 personas que viven en el campamento Río Uno, ubicado entre los despojos del centro urbano, están el agua, alimentos, colchones y medicamentos.
"Primero no teníamos agua, no teníamos nada (en lo que quedó de su hogar), por eso yo estoy aquí", expresó la se?ora, quien ahora depende, junto a su familia, de la buena voluntad de sus vecinos y otros damnificados que se solidarizan con ella.
Una de las tantas personas que se solidarizó con los afectados por las lluvias es Olinda Arredondo, quien también es damnificada, y contribuye en la preparación de los alimentos que se distribuyen a las familias que se encuentran refugiadas en este campamento.
"Lo que nos falta lo pedimos a los vecinos. El agua también, vienen y nos dan en las bateas", expresó Arredondo, en su lenguaje coloquial, en medio del ajetreo de los preparativos de la "olla común", una forma de organización de ayuda mutua que tienen los peruanos para afrontar situaciones difíciles y cuyo origen se remonta al tiempo de los incas.
En este campamento, como ocurre en cientos de centros para damnificados en las once regiones peruanas afectadas por las inundaciones, las familias se organizan en grupos de cinco, por turnos, para preparar los alimentos, para buscar ayuda, distribuir lo que consiguen y para atender a los ni?os y a los ancianos.
"Así pedimos que nos apoyen, porque hay ni?os, ancianos y de aquí algunos (ni?os) salen a estudiar. El desayuno tiene que estar a las seis de la ma?ana", describió Olinda Arrendondo al tiempo que repartía el primer alimento del día .
Asimismo, precisó que en la "olla común" también preparan almuerzo y cena porque ya no les llegan alimentos cocidos como ocurría los primeros días inmediatos a la inundación.
Actualmente, la ayuda arriba en forma de sacos de papa, atunes, algunos frijoles y agua, los cuales se contabilizan para luego ser racionados con el objetivo de que todos se puedan alimentar.
"Lo que necesitamos, ahora, es medicinas, carpas, agua, gas, porque se nos acaba el gas ya que cocinamos para bastantes personas y un balón (contenedor) no nos alcanza, bateas, platos y vasos descartables", detalló la cocinera en turno.
La solidaridad vecinal es un valor heredado en Perú desde su cultura ancestral de origen andina, un buen ejemplo de este espíritu es el joven Oscar Arauz quien, al ver la desolación, decidió, junto a un grupo de amigos, recolectar un poco de dinero y comprar alimentos de primera necesidad para distribuir en los campamentos.
"Tenemos que ayudar a las personas que lo han perdido todo", expresó Arauz, joven de pocas palabras pero de inmenso corazón y vocación solidaria con su pueblo.
Arauz y su equipo de amigos voluntarios llegaron con un camión lleno de productos básicos a primeras horas de la ma?ana de este viernes.
"Víveres no perecederos y agua (es lo que se necesita)", explicó el voluntario.
La ayuda humanitaria, que poco a poco se va organizando mejor, llega a los campamentos de damnificados de Carapongo y de otras 10 regiones peruanas, donde el número de afectados es de casi un millón de personas.
"La semana pasada, también hemos venido trayendo ropa y víveres, pero la gente nos pidió que trajéramos más víveres", puntualizó Arauz poco después de concluir la entrega de este cargamento y devolver un poco de esperanza a las familias desamparadas.
Según el último reporte del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN), las inundaciones y deslizamientos de tierra y piedras en Perú han dejado un saldo de 98 muertos, 133.097 damnificados, 895.489 afectados y más de 198.000 casas inhabilitadas, entre otras pérdidas en infraestructura vial y productiva.