BEIJING, 19 oct (Xinhua) -- Una sociedad modestamente acomodada y, a partir de allí, adelante hacia la prosperidad para todos: estos objetivos del Partido Comunista de China (PCCh) no son simples eslóganes económicos o sociales sino que enuncian la postura de China acerca de los derechos humanos.
Por desgracia, esta postura es frecuentemente malentendida, malinterpretada o deliberadamente tergiversada por "cruzados" occidentales que harían mejor en dejar de se?alar con sus torcidos dedos a China y abrir sus ojos a la realidad.
Para la mayoría de los chinos, los derechos humanos son tener un techo sobre sus cabezas, alfabetización para todos, comida en el estómago, expectativas de una atención sanitaria razonable en caso de enfermedad, un brillante futuro para los hijos y optimismo para los ancianos.
Desde un punto de vista externo, en el mundo occidental, la discriminación racial, las operaciones militares encubiertas, la violencia, los delitos con armas, las guerras ilegales e inmorales y las batallas entre policía y civiles nunca se ven como algo lejano.
Es más triste que paradójico que la crisis de refugiados de Europa, con sus montones de cadáveres de ni?os ahogados que llegan a las costas mediterráneas, sea en parte el resultado de la acción militar de las potencias occidentales en nombre del humanitarismo.
En su discurso durante la apertura del XIX Congreso Nacional del PCCh, el líder chino, Xi Jinping, habló de sus planes para transformar la nación para el mediado del siglo, una visión de una vida más próspera, feliz, segura y sana para el pueblo chino.
El PCCh busca la felicidad del pueblo y representa sus intereses fundamentales, y es inamovible en su determinación contra los intereses particulares, egoístas e ilegales. La prosperidad común es la esencia del significado del socialismo con peculiaridades chinas y quizás también el más fundamental de los derechos humanos.
La brecha de ingresos de China se está reduciendo y a?o tras a?o los más pobres, los que están en lo más bajo, ven como sus vidas mejoran. Al mismo tiempo, el desfase patrimonial en algunas de las más importantes potencias se ha ampliado: la pobreza, la desigualdad y la subsiguiente inestabilidad social y extremismo están al alza. Sus tan cacareados sistemas de bienestar están sometidos a enormes presiones mientras aumenta el dinero que llena las cuentas de los más ricos en paraísos fiscales, mientras los que han sido exprimidos por esta concentración de capital se quedan sin comida.
El imperio de la ley, la democracia popular y la mejora de los estándares de vida en todos los aspectos (educación, empleo, vivienda, atención sanitaria, seguridad social o transportes) son los derechos humanos que exige el pueblo chino.
Esos son los derechos que se han prometido y son exactamente los que el PCCh está otorgando.
El seguro médico básico de China cubre hoy a más del 95 por ciento de la población. El imperio de la ley ha reducido sensiblemente la intervención del gobierno en los tribunales y mejorado en gran medida la equidad y la transparencia judicial. La autonomía regional garantiza los derechos de las minorías étnicas.
En un momento en que la plaga del terrorismo y el racismo que desencadena traen desorden y muerte a países otrora considerados paladines de la equidad y la justicia, cada vez más personas han empezado a darse cuenta de que China es uno de los países más seguros y estables del mundo.
El liderazgo del PCCh es plenamente consciente de la creciente necesidad del pueblo de mejorar sus vidas y ha tomado nuevas medidas a largo plazo para satisfacerla a medida que va evolucionando. Se da prioridad a la educación, el empleo y el aumento de los ingresos. Se han habilitado servicios públicos más equitativos y prestado especial atención a los miembros más vulnerables de la sociedad. En el camino a Xiaokang, la sociedad modestamente acomodada, nadie se quedará atrás.
Estas ideas constituyen el panorama general de los derechos humanos para el pueblo chino y traerán consigo el desarrollo humano integral. Si se logra llegar a la prosperidad común en torno a 2050 se habrá hecho una contribución sin par a la historia de los derechos humanos.
El reto de nuestros días es comprobar si la plutocracia occidental admite que que las necesidades de las clases marginales transcienden a las de las minorías privilegiadas y vuelven la vista a la democracia china en busca de un nuevo modelo de gobernanza que proteja los derechos de todos.