Por Noemí Galbán
LA HABANA, 14 feb (Xinhua) -- La Habana tiene muchos encantos, pero uno de los más preciados es el malecón, el "Cupido" de las miles de parejas enamoradas que acuden cada día a su encuentro.
Para algunos, los casi 8 kilómetros de extensión del muro de concreto más concurrido de Cuba representan el sofá que da la bienvenida a la ciudad a todos los visitantes, tanto locales como extranjeros.
El malecón es un lugar donde se puede disfrutar de vistas únicas, relajarse frente al inmenso mar o pasear para ejercitar el cuerpo y el alma.
Es un sitio de encuentro para familias y amistades, refugio a los ratos de tristeza, escenario en los momentos de alegría y de reafirmación en los de nostalgia.
No obstante, el malecón con su metro de altura y sus casi 120 a?os de existencia en el paisaje urbano de La Habana, es uno de los más incondicionales testigos de amores, sue?os y declaraciones.
Así lo confirmó a Xinhua Evelio Rodríguez, un cubano que hace dos décadas le propuso allí matrimonio a su esposa, Tamara Pérez, en una romántica tarde de verano.
"Este muro representa más que un símbolo de la ciudad, es parte de nuestra historia pasada, presente y futura. Aquí veníamos a enamorar cuando éramos novios, aquí nos prometimos amor eterno y aquí venimos a renovar secretamente nuestros votos de amor con frecuencia", se?aló Evelio.
Sentada a su lado, bien cerquita y visiblemente emocionada, su esposa Tamara confirmó con la cabeza y dijo que el malecón es el lugar favorito de esta pareja capitalina que ha construido una familia de tres hijos y un nieto.
Por 20 a?os, cualquier tramo del serpenteante banco que rodea gran parte del litoral habanero ha recibido a Evelio y Tamara en cada una de las etapas de sus vidas como cónyuges.
"Hasta en los momentos difíciles de crisis matrimoniales venimos aquí a hablar de los problemas para no discutir frente a los ni?os. El malecón es imprescindible para nosotros porque nos recibe sin condiciones y no sé qué magia tiene pero sentados en él, siempre hemos encontrado soluciones", admitió Tamara.
Un poco más lejos, risue?os y ensimismados en su propia conversación se encontraban Amanda Ruiz y Pedro Moreno, dos jóvenes universitarios que descubrieron hace poco tiempo los hechizos del malecón.
No son naturales de La Habana, se conocieron el pasado mes de septiembre al iniciar el curso escolar y fue amor a primera vista; llevan juntos pocos meses pero aseguraron que han encontrado a la persona indicada para compartir el resto de sus vidas.
"Nunca antes me había ocurrido algo igual, entrar a un aula y fijar la vista en la muchacha más bella que he conocido", dijo tímido Pedro.
Mientras Amanda se mostró extrovertida y feliz de haber despertado un sentimiento tan puro en su nuevo amor.
Este será el primer 14 de febrero que celebren juntos y en ambos se percibe cierto nerviosismo ante el suspenso y la ilusión que han creado para sorprenderse mutuamente.
Sin embargo, más allá del habitual intercambio de regalos, de las flores, los besos, las cenas románticas, las escapadas sin previo aviso a lugares so?ados que caracterizan la jornada en todo el mundo, los jóvenes decidieron pasar un rato del Día de los enamorados en el malecón.
"Estar cerca del mar junto a tu pareja, sentir la brisa salada del viento, ver cómo el sol se esconde detrás de ese inmenso océano, hablar y compartir sin costo alguno, hace de este muro un lugar entra?able para todos los que vienen por los motivos que sean", dijo Amanda.
Su novio Pedro agregó que para él, el malecón es un refugio que sin importar lo tosco del concreto en algunas zonas, en su mayoría asediadas por los embates de eventos meteorológicos como huracanes o frente fríos, siempre va a estar allí para recibir a los enamorados de Cuba y del resto del mundo.
"Se ha convertido en un personaje más de la ciudad, un ícono que la identifica, porque no sólo bordea una de las avenidas más emblemáticas de La Habana y ejerce su función de proteger de las penetraciones del mar los barrios más cercanos al litoral, sino es un confidente fiel y seguro", se?aló.
Sin conocerse siquiera, Pedro y Elvino Manuel Peliganga, un angolano afable de 25 a?os de edad estudiante de la carrera de Turismo de la Universidad de La Habana, coincidieron en esa idea.
"Creo que el malecón es uno de los lugares más románticos de La Habana. Siempre he admirado bastante el mar, creo que es un lugar ideal para reflexionar y por eso vengo aquí con mi novia para analizar cómo va nuestra relación", indicó el joven africano.
Aferrada a su brazo derecho se encontraba Dania Basulto, una muchacha morena, de expresión cálida, amplia sonrisa y llamativos ojos, quien desde hace un a?o exactamente comparte su día a día con Elvino.
"Hoy no sólo es el día de los enamorados sino nuestro primer aniversario de novios y quisimos sentarnos un rato en el malecón para hacer un repaso de estos primeros 12 meses, recordar anécdotas y vivencias que hemos vivido juntos este tiempo", se?aló la joven estudiante de Geografía.
Sin cuestionar nada, sin excluir a nadie, desde 1901 cuando iniciaron las obras constructivas del muro hasta su culminación medio siglo después, el malecón ha servido para acoger a todos.
Sitio de obligada visita para quienes viven o estén de tránsito en la capital cubana porque allí encontrarán un espacio propio para descansar, hacer ejercicio, compartir en familia, sonreír, llorar, tomarse fotos impresionantes, conocer a curiosos pescadores, vendedores ambulantes o talentosos músicos que amenizan la estancia.
Pero por encima de todas esas experiencias, el malecón es el "Cupido" de La Habana, es el banco desnudo que no necesita mayores atributos para convertirse en el lugar de ensue?o de los enamorados.