(Foto: Tanja Herko / Pueblo en Línea)
Los hutones de la capital china se reinventan y esplenden dentro de un programa integral de restauración de su imagen cultural
Por Yasef Ananda
Hay emociones que no dependen del contexto, ese escurridizo valor que siempre se transforma u oscila dentro de un espacio-tiempo y que suele estar determinado por una infinita suma o resta de causalidades. Y aunque es obvio que surgen ante una imagen objetiva o impresión puntual, convocadas adquieren vida propia y la constancia de una emanación superior, que a su vez, las eterniza, transfigura y entra?a. Los hutones de Beijing nacieron con ese don. Callejuelas llenas de peque?os retablos y oficios hilvanando madejas de fisionomías que conspiran para anular al mezquino cuadrante moderno que alegra al hombre-automóvil y no precisamente fronda al hombre-asomo.
En la actualidad se le llama “hutong” a cualquier callejuela que estructura los barrios antiguos de Beijing, específicamente en la zona patrimonial del segundo anillo. Entre los más recorridos y fascinantes están Nanluoguxiang, Wudaoying, Qianmen y Liulichang. También son muy frecuentados aquellos que se encuentran cerca de la Ciudad Prohibida o la zona de bares situada alrededor de Houhai, un lago que, por cierto, se sue?a mar. Se afirma que la palabra "hutong" proviene del vocablo "Hottog", que significa "bien" en mongol. El proceso era simple. Los aldeanos cavaban un pozo, encontraban agua y allí se quedaban a vivir. Con el tiempo, "hutong" significó un callejón delimitado por las líneas de las siheyuan (complejo de casas alrededor de un patio).
(Foto: Tanja Herko / Pueblo en Línea)
Por su natural estrechez, el “hutong” tradicional estuvo siempre vinculado al uso del palanquín y la bicicleta, a la conversación vecinal puerta a puerta, al barullo infantil, al pregonero concierto de vendedores ambulantes y al sazonado Beijing presidido por el sabor del venerable “zha jiang mian” (fídeos con pasta de soya) y el humeante “huoguo” (olla mongola).
Aunque distintos, los hutones de hoy - en su mayoría convertidos en mosaicos culturales y pulcros espacios, que sin embargo a veces carecen de un latente esplendor o verificada sístole- de un modo amable también invitan a prefigurar y emular la liviana y distendida convivencia social de sus primeros moradores.
(Foto: Tanja Herko / Pueblo en Línea)
Desde el 2016 se busca una integral restauración de la imagen cultural del hutong capitalino. Con rigor académico, se han ido instalando rese?as históricas e incluso información relevante sobre las personalidades que lo habitaron. Otro aspecto importante para la recuperación de los hutones ha sido la reconstrucción y la eliminación de construcciones ilegales, alentadas bajo una época de frenética expansión del mercado inmobiliario y al margen de las ordenanzas pertinentes. El difícil programa de revitalización ya se ha ocupado del 60% de los espacios, bajo el principio de mantener una compleja y respetuosa ecuación de desarrollo que equilibre la continuidad y el cambio.
En este sentido, para ofrecer a los visitantes un mayor conocimiento sobre los icónicos callejones y patios tradicionales de Beijing, desde el 2018 abrió sus puertas el Museo Dongsi Hutong, primero de su tipo y que en 1.000 metros cuadrados acoge 28 salas de exposiciones.
(Foto: Tanja Herko / Pueblo en Línea)
?Cúantos hutones hay? ?Desde cuando existen? No lo sé. Pero el Guozijian, uno de los más antiguos, tiene 700 a?os de historia. Fue uno de los primeros "callejones históricos y culturales de China". Allí se encuentra el Templo de Confucio, la Academia Imperial, los maestros taoístas que animan el futuro y ciertos restaurantes vegetarianos de magnetismo y fulgor exquisitos. Su espíritu elegante y misterioso irradia hacia el Templo de los Lamas, uno de los grandes tesoros que ensue?a Beijing.
Los hutones de la capital china se reinventan y esplenden. Estoicas criaturas que han sobrevivido a la maldad de la metralla enemiga o a la simpleza del abúlico que piensa que valorizar es derogar. Como hidalgos de un tiempo ido crecen en nosotros-transeúntes de sus propios pasos- y desde su música, olor y claroscuros experimentamos el milagro de volver a existir en ellos, en una nueva Beijing.
(Foto: Tanja Herko / Pueblo en Línea)
(Web editor: 趙健, Rosa Liu)