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A simple vista, todo parece indicar que la ausencia de canes dentro de los parques capitalinos perfeccionará la convivencia social. Sin embargo, la noticia ha generado acalorados debates entre los residentes.
Por Yasef Ananda
Recientemente las autoridades de Beijing, capital de China, han prohibido pasear perros dentro de los parques públicos. Asimismo, informaron sobre una lista negra que enumera “comportamientos incivilizados” como el hecho de generar fuertes ruidos, pescar (en el caso de que el parque disponga de canal o lago, claro está) o recolectar frutos o vegetales silvestres, entre otros indicadores. Como es lógico, además del estricto cumplimento y la renovada vigilancia de mil nuevos voluntarios, se establecen multas y amonestaciones si se incumple la ordenanza.
A simple vista, todo parece indicar que la ausencia de canes dentro de los parques capitalinos perfeccionará la convivencia social y ayudará a disfrutar más y mejor el merecido confort de los recursos públicos. Sin embargo, la noticia ha generado acalorados debates entre los residentes, dividiendo criterios y elevando el tono de las críticas.
De acuerdo a los argumentos difundidos en los medios de comunicación, muchos residentes que frecuentan los parques se han venido quejando porque “algunos” propietarios de perros dejaban la mascota a su libre albedrío, ofreciendo a los demás el inminente peligro de ser molestados y atacados por el animal. También trascendió la falta de consciencia de los propietarios que no limpian los excrementos de su perro y no les importa que los “regalitos” se acumulen a lo largo y ancho del camino. Por otra parte, los afectados propietarios de mascotas consideran que debido al simple hecho de tener animales afectivos a su cuidado – un derecho a día de hoy- son valorados como personas “inferiores” o con un defecto, a pesar de que son activos contribuyentes en el aporte de los esenciales recursos que permiten mantener el entorno de todos.
En algunos intercambio de criterios que he podido leer en las redes sociales chinas suelen destacarse tres grandes puntos de vista: la preocupación de ancianos que tienen peque?os a su cuidado, la clase media-baja que posee mascotas y que habitan en angostas viviendas donde la salud, tanto física como mental, de los animales se puede ver afectada debido al obligado encierro (ya que no se pueden pasear ni dentro de los barrios ni dentro de los espacios públicos y no se pueden montar en el transporte público) y aquellos que, aunque ni cuidan a los ni?os ni aman a los perros, prefieren evitar cualquier molestia, considerando a ni?os y a perros por igual. Por lo general, el primer grupo entiende que se ha hecho justicia y que ahora lo que hay que hacer es mantener el rigor; el segundo grupo considera que se ha deliberado con facilismo, radicalidad y poco ánimo inclusivo... y el tercero - aquellos que ni cuidan ni?os ni aman a los perros- aplauden superficialmente cualquier “desvelo civilizatorio y presumiblemente de tintes modernos y europeos” que pretenda implementar Beijing.
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Creo que intentar trazar una media en el análisis facilitaría las cosas. Hay que partir del criterio que no todos los propietarios de mascotas son personas negligentes ni todos los perros-paseantes son hambrientos leones en busca de carne fresca. Lo que más he visto en los parques son diminutos canes que parecen peluches y que lo que hay que tener cuidado es de no pisarlos. De lo contrario, hace mucho rato ya que el caos sería de proporciones alarmantes, pues siempre han co-existido perros, ancianos y ni?os en casi todos los parques y calles de China. ?O es que todos los perros inscritos en Beijing, a pesar de la prohibición sobre cierto tipo de razas muy peligrosas como el Akita Inu, el Doberman o el Rottweiler y las regulaciones en materia de seguridad que se exigen, emulan con aquel “Cujo, el perro asesino” que protagonizó un clásico del cine de terror de los a?os 80? No hay que exagerar. Es precisamente por esa inmensa minoría de propietarios de mascotas que no respeta ni considera las exigencias de los demás miembros de su comunidad es que se deberían habilitar esos miles de voluntarios para tratar de educarlos, persuadirlos, explicarles que no están solos y que el parque no es su patio privado. Recordarles luego que existen riesgos, normas y castigos e invitarlos a seguir un patrón de conducta que les beneficie a largo plazo. Y si al final no toman consciencia o se resisten a “civilizarse”, entonces cabe negarles la entrada al espacio de todos (y a su mascota, por supuesto) ya que no estaría claro quien es el animal en el binomio propietario-mascota. ?Pero... por qué empezar por el final y de forma masiva?
Por otra parte, también debemos comprender que los parques no tienen porque funcionar las 24 horas como guarderías infantiles gratuitas o círculos de abuelos al aire libre. Un mismo espacio podría alternar funciones a cumplirse en horarios específicos. En una eficaz gestión de espacios públicos -básicamente de parques y zonas de solaz- hay que lograr canalizar una gran diversidad de intereses, que a su vez están animados por diversos grupos sociales, culturales e individuos de distintas edades. No debe eclipsarse el espíritu de inclusión que ha de presidir dichas decisiones ante el simplón “esto es para A y no para B y punto”. ?Esa es acaso la civilizada base a partir de la cual se pretende combatir los “comportamientos incivilizados”? El pez se muerde la cola.
Y si al final, tanto los ancianos con ni?os a su cuidado como los propietarios de canes, a pesar de llamar a la concordia y al cuidado del otro, mantienen sus irreconciliables diferencias debido al ombliguismo que suele caracterizar la razón suficiente de muchos individuos, opino que lo justo sería aplicar la máxima “juntos, pero no revueltos”. En ese caso, la administración de los parques se podría ocupar de crear un espacio independiente (no de encerrarlos ni aislarlos como si padecieran ébola como se hace con los fumadores en ciertos aeropuertos del mundo) donde las mascotas también puedan disfrutar de la ciudad que las acogió y registró, sin tener que cruzarse con el frágil menor o el anciano gru?ón, al que lo mismo le molesta un canario que un Pitbull si no son sus nietos.
(Foto: Pxhere)
De lo que se trata es de convivir con seguridad y tranquilidad, sin monopolizar áreas ni censurar tradicionales formas de esparcimiento. Tampoco es menos cierto que hoy en día cualquier perro no peligroso se puede convertir en un perro peligroso y causar da?o a personas y mascotas. Ejemplos sobran. En este sentido, además del uso obligatorio del bozal y la inscripción sanitaria al día, sería prudente establecer que para poder pasear por los parques hay que demostrar que el can ha sido adiestrado y educado por un especialista, evitando posibles problemas de mala conducta y agresividad. Es obvio que si dejamos que un perro se eduque a la ligera, sin brindarle un mínimo de formación, es muy probable que terminará generando problemas. Y si queremos más garantías, exigir que el due?o para acceder con la mascota al espacio público debe probar que no tiene antecedentes penales, no haber cometido infracciones graves relacionadas y además poseer un seguro de mascotas que cubra da?os a terceros en la cuantía que las autoridades consideren suficiente. Gracias a la tecnología de punta que el país posee, toda esta información se puede verificar al momento y de manera confiable.
Por fortuna, la dinámica social de la capital -vinculada principalmente al mercado- ha demostrado una sabia capacidad para autorregularse y autocorregirse. Y la industria de las mascotas, en correspondencia con el aumento del consumo y las posibilidades de la clase media capitalina, seguirá creciendo y su aporte al producto interno bruto local ayudará a que se atiendan de una forma más puntual las necesidades de este grupo poblacional, sin que por ello se permita que sus inclinaciones constituyan un riesgo para la salud y la seguridad de los demás.
Las mascotas también son criaturas vivas que merecen disfrutar de un animado espacio en las urbes que habitan. Con recursos e inteligencia es posible integrarlas.
(Web editor: 趙健, Rosa Liu)