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    La Franja y la Ruta abre más espacio para forjar la comunidad de destino común China-América Latina y el Caribe

    Actualizado a las 13/06/2017 - 09:09
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    Por Liu Lianxiang y Zhao Hui

    BEIJING, 12 jun (Xinhua) -- En noviembre de 1573, dos Naos de China arribaron al puerto mexicano de Acapulco repletos de las preciadas mercancías asiáticas, incluyendo 23.730 metros de telas de seda y 22.300 piezas de porcelana china, así como marfil, laca y especias asiáticas.

    La llegada de estos dos barcos mercantes de China, también conocidos como Galeones de Manila, dio inicio al flamante comercio transpacífico entre Asia y América Latina a través de la ruta marítima entre Manila, la actual capital de Filipinas, y Acapulco, donde embarcaron plata, cacao, maíz, papas, tomate y otros productos típicos latinoamericanos con rumbo a China.

    Esa vía comercial fue la prolongación de la Ruta Marítima de la Seda de China y presenció la época gloriosa del intercambio de mercancías entre China y el resto del mundo. Más de 400 a?os después, China y América Latina están conectadas otra vez por la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI.

    Como parte de la iniciativa de la Franja y la Ruta, propuesta por China para interconectar a todo el mundo, la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI se extiende a América Latina y el Caribe, región que busca insertarse más en las cadenas de valor globales y mejorar sus infraestructuras atrasadas.

    A diferencia de la era de Nao de China, cuando Filipinas y la mayor parte de Latinoamérica eran colonias espa?olas que estaban conectadas a través de la antigua ruta, la cooperación bilateral de ahora proviene de las necesidades de ambos continentes sin que medie una tercera parte.

    Durante la última década, el intercambio comercial entre China y América Latina ha logrado un aumento considerable, al totalizar en 2016 los 216.500 millones de dólares. Cabe mencionar que el volumen comercial entre las dos partes superó el umbral histórico de los 100.000 millones de dólares en 2007.

    No hay duda de que China y América Latina son socios naturales. América Latina cuenta con una gran diversidad de recursos naturales y ha sido históricamente una región exportadora de materias primas, en tanto que China, la actual segunda mayor economía del mundo, tiene una robusta demanda de "commodities".

    Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), un punto porcentual del crecimiento de la economía china aumentará en 0,5 puntos porcentuales el Producto Interno Bruto (PIB) de la región latinoamericana en su conjunto.

    Aún cuando las exportaciones tradicionales de América Latina han sufrido contratiempos en los a?os recientes, debido a una volatilidad negativa de los precios de las materias primas en el mercado internacional, el comercio bilateral se ha mantenido estable gracias a la diversificación de las importaciones por parte de China.

    Según la Base de Datos Estadísticos de las Naciones Unidas sobre el Comercio de Productos Básicos (Comtrade), la participación de China en las exportaciones agrícolas latinoamericanas pasó de menos del 3 por ciento en el a?o 2000 a casi el 14 por ciento en 2015.

    La CEPAL estima que China duplicará sus importaciones de alimentos para 2020 y considera además que las ventajas de abundantes recursos naturales y compa?ías agrícolas competitivas que tiene Latinoamérica convertirán a esta región en un importante proveedor de alimentos seguros y de alta calidad para China.

    La entrada de mayores productos agrícolas latinoamericanos a China ha evidenciado el cumplimiento de Beijing en su compromiso de buscar un comercio bilateral más diversificado y equilibrado, y como un paso adelante, China y América Latina prometen generar sinergias entre sus respectivas estrategias de desarrollo.

    Mientras el panorama económico global vive un momento de transformación, China y los países de América Latina encaran simultáneamente una reestructuración para estimular el desarrollo interno de cada uno, siendo esta una de las causas por la cual los intereses de ambas partes convergen en nuevos sectores que van más allá del comercio.

    En concreto, mientras América Latina busca diversificar las exportaciones y ejecutar una transformación productiva contra la corriente de reprimarización, China podría contribuir a este proceso con una participación más activa, compartiendo no solamente su filosofía de desarrollo, como la importancia concedida a la infraestructura, sino también las tecnologías avanzadas y los recursos financieros.

    En julio de 2014, el presidente chino, Xi Jinping, propuso durante su gira por América Latina, la segunda de su tipo después de que asumiese el cargo en marzo de 2013, una estrategia de tres motores: el comercio, la inversión y la cooperación financiera, y se comprometió a elevar las inversiones en la región a por lo menos 250.000 millones de dólares dentro de una década.

    En 2016, la inversión directa no financiera de China en América Latina sumó 29.800 millones de dólares, registrando un aumento del 39 por ciento con respecto al a?o anterior.

    Por otro lado, las inversiones chinas en la región ya no sólo se limitan a las industrias minera y energética sino que se han expandido a sectores como las finanzas, agricultura, manufacturas, tecnología de la información, servicios, comercio electrónico, transporte de aviación, entre otros.

    Detrás del desarrollo estable y la cooperación pragmática en los terrenos comerciales y de inversión entre China y América Latina, se vislumbra el espíritu del libre comercio, el cual contrarresta las olas de antiglobalización tras la salida del Reino Unido de la Unión Europea y la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés).

    Como prueba de esto, se celebró el pasado mes de marzo en Vi?a del Mar, Chile, el Diálogo de Alto Nivel en Iniciativas de Integración en Asia-Pacífico, en medio de un clima de creciente incertidumbre sobre el comercio mundial debido a la presión proteccionista.

    En ese encuentro, China, los países miembros de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) y otros participantes se comprometieron a estudiar iniciativas para promover los acuerdos de libre comercio con el propósito de promover la integración económica de la región con la zona de Asia-Pacífico.

    Otra prueba es la asistencia de los presidentes Mauricio Macri, de Argentina, y Michelle Bachelet, de Chile al Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional, celebrada entre los días 14 y 15 de mayo en Beijing, para formar una plataforma donde se analizan y comparten las propuestas y opiniones sobre cómo promover la comunicación y la interconexión de todo el mundo.

    Siendo el bien público más importante que China ha brindado al mundo, la iniciativa de la Franja y la Ruta tiene como ejes centrales la coordinación de políticas, la conexión de infraestructuras e instalaciones, la eliminación de trabas al comercio, la integración financiera y el estrechamiento de los lazos entre los pueblos.

    Sobre la conexión de infraestructuras e instalaciones, China aboga por las seis redes viales, que son las de los ferrocarriles, carreteras, vías fluviales, transporte aéreo, canalizaciones y autopistas de la información.

    Tal esquema de interconexión mundial sobrepasa la imaginación de la era de Nao de China, que se limitó a la conexión marítima. Sin embargo, tienen dos cosas en común: el coraje y la dedicación.

    Si el marinero y fraile espa?ol Andrés de Urdaneta, quien descubrió en 1565 la ruta marítima entre Manila y Acapulco, se hubiera rendido ante el mar furioso e impredecible en esa expedición larga y ardua, no habría prosperado la ruta comercial que funcionó por cerca de 250 a?os entre Asia y América Latina.

    Hoy en día, es necesario que China y América Latina tengan el mismo coraje y dedicación mostrado por los exploradores del siglo XVI para vencer las corrientes proteccionistas que empiezan a prevalecer en algunas potencias mundiales, y de esta manera mantengan el timón en la ruta del desarrollo mundial a favor del libre comercio que ha beneficiado y continuará llevando prosperidad a los pueblos del mundo.

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